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Marcelina Mendiola

Marcelina Mendiola

Marcelina Mendiola es, por triple motivo, una Niña de la Guerra. Llegó al mundo cuando España estaba en conflicto, fue evacuada a URSS junto a su madre y dos hermanos, Vicente y Benita, y vivió en Rusia la Segunda Guerra Mundial.

Como consecuencia de aquel viaje, Marcelina hizo otros tantos. De Rusia viajó a México, para reunirse con su padre y sus dos hermanos mayores, y de México fue a parar a Cuba. Su testimonio es una excelente lección de respeto a la vida, a las gentes y a sus culturas.

Ahora tiene 75 y reside en El Casar de Escalona, en Toledo. Es extraño encontrar Ahora tiene 75 y reside en El Casar de Escalona, en Toledo. Es extraño encontrar hoy un testigo tan joven de aquellas expediciones, ya que la gran parte de los Niños tenían entre 8 y 14 años.

La Infancia

La infancia de Marcelina Mendiola trascurre rodeada de bombardeos, sufrimiento y hambre. Aquella fue la bienvenida que tuvo esta Niña de la Guerra poco después de llegar al mundo. Y es que Marcelina nació un 24 de Agosto de 1936, un mes después del estallido de la Guerra Civil española. Para ella, el “estado de excepción” era la normalidad.

Al cumplir un año, parte de la familia huyó a la Unión Soviética. Lejos de aquella tierra quemada, bajo el frio manto ruso, podrían cicatrizar las heridas de aquel tiempo de guerra. Sin embargo, poco iba a durar aquel periodo de paz.  Al cabo de tres años, el ejército alemán atacaba a la Unión Soviética.  

Nací en guerra (22 seg.)

Mis primeros recuerdos son de Rusia, y son de guerra

” 

La escuela

Marcelina Mendiola forma parte de esa minoría de Niños de la guerra que iniciaron su educación en Rusia. En su caso, fue por cuestión de edad y no por condición social. Tan sólo eran tres niños de su edad en la Casa Infantil. Para su profesor de español, estos tres pequeños hispanosoviéticos formaban “el grupo de los académicos”.

Al cumplir un año de edad, Marcelina chapurreaba algo de español, pero le fue más sencillo asimilar los verbos del que para los demás era el idioma extranjero. Recuerda incluso haberle servido a su madre de traductora, ya que aprendió el ruso de forma natural.

Al haber iniciado su formación en Rusia, su preparación se diferencia bastante de la de sus dos hermanos mayores. Estos fueron los únicos de la familia  – junto con el padre – que no viajaron a la Unión Soviética. Su hogar durante la posguerra fue México.

Los académicos (39 seg.)

Educación rusa (42 seg.)

Hacía de traductora de ruso para mi madre

Sabía de mi padre lo que me contaba mi madre

La guerra

No se entiende la historia de Marcelina Mendiola sin hablar de su padre y de la guerra. La pequeña nació en un hogar militar. Sus primeros meses de vida los pasó en apartamentos cercanos a los aeropuertos, acompañando a su padre en las distintas ciudades a las que era destinado. En aquel primer año de vida apenas pudo verle, y mucho menos durante los años posteriores, ya que él no viajó a Rusia.

Figura paterna (14 seg.)

El Viaje

La impresión de ver aquel gigantesco charco azul a sus espaldas, sentada a la mesa junto a su familia, ha quedado grabada en la memoria de Marcelina. No es un recuerdo para nada nítido, sino del color de los recuerdos más lejanos. Es lo poco que puede narrar de aquel viaje, que, a juzgar por su descripción y por la información que después pudo contrastar, fue bastante cómodo.

El mar (81 segs.)

Marcelina considera que en Rusia recibieron un trato “mejor imposible”. Recuerda especialmente como la dejaban pasearse por la cocina a  sus anchas en la época en la que su madre trabajó como cocinera. “Durante los primeros años en Rusia estuve muy pegada a ella”, recuerda con añoranza.

Agradece también la protección de los diversos directores de las Casas Infantiles durante la Segunda Guerra Mundial, una etapa especialmente amarga y complicada: “Recuerdo cuando empezó la guerra, estábamos en Onnisk. Nos evacuaron de corre corre a mitad de la noche, nos fuimos con lo puesto”.

La acogida

De Onnisk fueron trasladados a un pueblo a orillas del Volga, llamado Basel. Tras la ofensiva de Stalingrado, huyeron a Molotov (actual Perm, junto  a los montes Urales), de aquí pasaron sucesivamente a  Ivánovo, Volzhsk y Eupatoria (en la Península de Crimea). La Casa de Niños de Eupatoria fue un lugar de sosiego tras la zozobra de la guerra, “una cosa hermosísima en pleno verano – afirma Marcelina  –,  según llegamos nos bañaron, nos llevaron para el comedor y nos pusieron un platazo de fruta”. 

Y comenzaron los acuerdos entre Rusia y España para organizar el regreso de los Niños de la Guerra a España. Es en el año 1957 cuándo da comienzo esta apertura. Sin embargo, Marcelina parte en 1956 rumbo a México, dónde se encontraban su padre y sus hermanos mayores. De haber vivido su madre, asegura, su destino habría sido España, pues esta no soñaba con otra cosa que con regresar. Desgraciadamente, la madre de Marcelina falleció en Rusia.

La acogida

Marcelina considera que en Rusia recibieron un trato “mejor imposible”. Recuerda especialmente como la dejaban pasearse por la cocina a  sus anchas en la época en la que su madre trabajó como cocinera. “Durante los primeros años en Rusia estuve muy pegada a ella”, recuerda con añoranza.

Agradece también la protección de los diversos directores de las Casas Infantiles durante la Segunda Guerra Mundial, una etapa especialmente amarga y complicada: “Recuerdo cuando empezó la guerra, estábamos en Onnisk. Nos evacuaron de corre corre a mitad de la noche, nos fuimos con lo puesto”.

De Onnisk fueron trasladados a un pueblo a orillas del Volga, llamado Basel. Tras la ofensiva de Stalingrado, huyeron a Molotov (actual Perm, junto  a los montes Urales), de aquí pasaron sucesivamente a  Ivánovo, Volzhsk y Eupatoria (en la Península de Crimea). La Casa de Niños de Eupatoria fue un lugar de sosiego tras la zozobra de la guerra, “una cosa hermosísima en pleno verano – afirma Marcelina  –,  según llegamos nos bañaron, nos llevaron para el comedor y nos pusieron un platazo de fruta”.

Y comenzaron los acuerdos entre Rusia y España para organizar el regreso de los Niños de la Guerra a España. Es en el año 1957 cuándo da comienzo esta apertura. Sin embargo, Marcelina parte en 1956 rumbo a México, dónde se encontraban su padre y sus hermanos mayores. De haber vivido su madre, asegura, su destino habría sido España, pues esta no soñaba con otra cosa que con regresar. Desgraciadamente, la madre de Marcelina falleció en Rusia.

La llegada (31 seg.)

Mamá (61 segs.)

Mi madre fue la más perjudicada

Recibimos un trato magnífico, magnífico

La vuelta a España

Del rencuentro con su padre en México, Marcelina recuerda, sobre todo, la impresión que en éste causó el comprobar que su hija pequeña hablaba español. Asimismo, asegura haber experimentado un choque cultural fuerte tras aquel aterrizaje. El tránsito de un tipo de régimen a otro le fue difícil de asimilar.

En las diferentes escalas obligadas del viaje y en su llegada a México tuvo que tolerar situaciones indeseadas (aunque no demasiado graves) debido a aquel pasaporte ruso.  De México viajará a Cuba, un tipo de régimen con el que se identificaba plenamente.  La ventaja de haber tenido tantos hogares, la tiene clara: “me quedo con lo mejor de cada país”, afirma rotunda.

En el año 70, cuando España aun era una dictadura, Marcelina decide viajar a su país de origen. En aquella ocasión quiso venir tan sólo de visita, pero su viaje se retrasó medio año, tanto como tardó en disponer de un visado. En el 82, decide regresar para quedarse. Después de tantos años, Marcelina considera que gran parte de aquella identidad común a todos los Niños de la Guerra se ha ido perdiendo por el camino.

El reencuentro (56 segs.)

Las ventajas (82 segs.)

Volver  (124 segs.)

Identidad (51 segs.)

Me quedo con lo mejor de cada país

Tuve que esperar seis meses para que me dieran el visado