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Jordi Alsina

Jordi Alsina

La historia de Jordi Alsina representa la de los miles de españoles que se vieron obligados a abandonar su patria  al ocaso de la guerra. “Ellos se sintieron como deportados”: son los sentimientos que Jordi Alsina atribuye a sus padres. ¿Pero cómo vivieron los niños aquella huida precipitada a Francia?

La suya es una historia de supervivencia y una alegoría de la España del 36. Su padre, de ideas izquierdistas, y su madre, de ideología de derechas, se vieron obligados a tomar juntos el camino hacia el exilio, lejos de una patria que añorarían hasta el último de sus días.

Él no partió de España en las expediciones infantiles, pero sí forma parte de aquel grupo de niños que, sin participar en la guerra, la perdieron. Jordi es un Niño que puede sentirse ciudadano de todas partes pero, a la vez, de ninguna. Su sensatez y su buen humor narran este pasaje.

La Infancia

Jordi Alsina nació en el año 1925 en Barcelona, lo que significa que será ya un jovencito de 13 años cuando tenga que huir a Francia. Era el penúltimo de cinco hermanos, cuatro varones y una mujer.  Su padre era Capitán de barco de la Marina Mercante, descendiente de una familia de marinos. “Era un hombre republicano, muy de izquierdas, de libre pensamiento…”, afirma.

Recuerda Jordi haber tenido una infancia feliz, en unas condiciones sociales similares a las de cualquier otro niño de clase media-alta. Cada año, la familia marchaba de vacaciones a la playa o a la montaña durante al menos un mes. La vida era agradable para este Niño hasta llegada la guerra.

Infancia (23 seg.)

Tuve una infancia muy feliz

” 

La escuela

El Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristinas, más conocido como Hermanos de La Salle, fue la segunda escuela de Jordi. Es esta una congregación de maestros laicos que fue fundada por San Juan Bautista de La Salle y, por lo tanto, de educación católica. Y es que su padre, de ideas de izquierdas, estaba casado con una mujer de derechas.

La guerra en España llegaba a su fin, y el gobierno francés se vio desbordado  por la afluencia de hombres, mujeres y niños que huían del desastre.  Es por ello que no se puede hablar de acogida como tal, sino de exilio. Jordi cuenta como se gestionó aquella avalancha de cerca de medio millón de personas.

El futuro de Jordi se verá influido, precisamente, por la peculiaridad ideológica de su hogar. Una peculiaridad, por otra parte, bastante habitual en aquella España. Así, Jordi sufrió en primera persona las consecuencias de los ataques republicanos a los colegios y órdenes religiosas y, también, de la ofensiva franquista contra la población civil barcelonesa.

La Salle (46 seg.)

Estuve en La Salle hasta que vino la guerra

Uno empieza a tener cierto desprecio por la vida

La guerra

Jordi Alsina describe un sentimiento peculiar y característico de los tiempos de guerra. No sólo el miedo se apoderaba de aquellas familias que, por azar, se encontraban en suelo de combate. La desidia amenazaba con arrebatarles aquella pequeña esperanza que les obligaba a luchar día a día por sus vidas.

Cada vez que sonaba la sirena de aviso, la familia corría a resguardarse a los subterráneos  del casco antiguo de Barcelona. “Pero con el tiempo dejamos de ir a los refugios”, recuerda Jordi.

El episodio de guerra más triste para la familia fue la muerte del hermano mayor, destinado a batallar como parte de ‘La Quinta del Biberón’. “Yo pude asimilarlo mejor, pero mis padres… ¡caramba!, un hijo es un hijo”, recuerda Jordi.

Los bombardeos (35 seg.)

La Quinta del Biberón (15 seg.)

Como niño, aquel viaje era como una aventura

El Viaje

Las condiciones de viaje de estos otros niños de la guerra, comparadas con las de las evacuaciones organizadas por el Gobierno de la República, fueron quizás las más duras. No obstante, cada viaje tuvo sus vicisitudes, y las expediciones infantiles de los años 37 y 38 no fueron precisamente sencillas.   Aunque teniendo que efectuar un largo camino a pie, Jordi al menos pudo marchar acompañado de sus familiares.

Era cuando miraba al rostro de sus padres y de los demás mayores cuando sentía el sufrimiento y el dolor de dejar la tierra. Con 13 años, no alcanzaba a temer por el futuro próximo. Aquel viaje fue el de tantos escritores, artistas y simples ciudadanos obligados por los vencedores a llevar una vida de vencidos.

El Viaje (42 seg.)

La guerra en España llegaba a su fin, y el gobierno francés se vio desbordado  por la afluencia de hombres, mujeres y niños que huían del desastre.  Es por ello que no se puede hablar de acogida como tal, sino de exilio. Jordi cuenta cómo se gestionó aquella avalancha de cerca de medio millón de personas.

El exilio (62 segs.)

La acogida

La familia de Jordi logró pasar unida la frontera. Jordi afirma que cuando se es niño el sufrimiento es más liviano. No obstante, sí recuerda el hambre del exilio.

La llegada a Francia (27 seg.)

En España nos matan unos y aquí nos matan otros

A la huida de España se le sumó otra desdicha. Un año después de su llegada, los alemanes atacaban Francia. “A mi madre le entró la desesperación”, recuerda. En pocos años habían pasado de llevar un estilo de vida acomodado a tener que llevar el hogar a cuestas.

El hambre (24 seg.)

La vuelta a España

Entre aquellos exiliados del 39, algunos jamás volvieron a pisar España. Es el caso de los padres de Jordi. “Murieron con el deseo de regresar”, recuerda el entrevistado.  En su caso, la nostalgia no llegó a ser tan dolorosa, aunque sí reconoce que como en España no se ha sentido en  ningún sitio. Con acento latino muy marcado, afirma que “las raíces jamás se pierden”.

De Francia pasaron a Casablanca, de unos meses en Casablanca a Santo Domingo, de Santo Domingo a Colombia, de Colombia a  Venezuela y de Venezuela, después de más de media vida, a Casa.

Su lugar de residencia en España es el de otros tantos retornados, niños y jóvenes que emigraron y volvieron a regresar ya siendo adultos. En la residencia El Retorno pasa sus días y noches este sensato anciano, este alegre niño. Sus pies ya reposan sobre tierra firme.

Nostalgia (30 seg.)

El Retorno (31 seg.)

Cuando uno ha vivido en tantos sitios no se es de ninguno