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Vicente Mendiola

Vicente Mendiola

Fue el suyo el último o uno de los últimos barcos de entre todos los que salieron para la Unión Soviética. Lo que más bien tenía un corte desdichado tomaba sesgo de aventura para aquel chaval de ocho años, Vicente Mendiola. Desde la misma cubierta, su madre decía adiós para siempre a su querida tierra.

Era Vicente – y también lo es ahora –  un chico cariñoso y bonachón, que vivió al lado de su mamá y de sus dos hermanas pequeñas aquel renglón torcido de la historia de España. No obstante, su acogida en Rusia la recuerda con ternura y gratitud.

La historia de sus padres está en la fondo y en el frente del testimonio de Vicente Mendiola, un Niño de la Guerra hijo de un militar republicano y de una mujer que amaba Madrid.

La Infancia

Vicente Mendiola nació el 16 de julio de 1932. Él era el mediado de cinco hermanos, tres chicas y dos chicos. Junto con Benita y Marcelina, las pequeñas de la casa, pasó a formar parte del grupo de Niños de Rusia.  Sus padres se conocieron en Cuatro Vientos, ella era empleada en la casa cuartel y él militar. De la profesión del padre dependerá, principalmente, el futuro de los pequeños.

De su infancia recuerda su hogar en el barrio madrileño de Carabanchel. Fue un niño afortunado, criado en una familia también azarosa. “¡A mí abuelo le tocó dos veces la lotería!”, recuerda. Y entre recuerdos felices sitúa aquellos primeros años.

Mis papás (30 seg.)

En Carabanchel (33 seg.)

Mi papá era militar

” 

La escuela

Los recuerdos de infancia de Vicente se reducen a aquellos más especiales o más impactantes para su edad. Nada extraordinario debió de sucederle en la escuela, ya que Vicente, a sus 80, no tiene ningún recuerdo de ella. Lo que sí sabe es que, al llegar a Rusia, pudo demostrar sus habilidades con la pluma.

A los 8 comenzó su formación en la Unión Soviética, sabiendo ya leer y escribir. Era precisamente a los 8 años cuando los niños españoles ingresaban en el primer curso.

En la URSS (37 seg.)

Cuando llegué a Rusia sabía leer y escribir

Lo único que recuerdo fue las veces que viajé

La guerra

“Nos alojábamos cerca en los aeropuertos, en los apartamentos que tenían para los pilotos y las familias de los pilotos”, recuerda Vicente. El gobierno de la República buscaba el lugar más seguro para los familiares de los cuerpos de defensa, que, como los Mendiola, viajaban tantas veces como se desestabilizaba el frente. Así, Vicente recuerda las muchas veces que tuvo que cambiar de casa.

La familia vivió unos momentos difíciles, distanciados los unos de los otros. Los mayores, que residían con los abuelos en Badajoz cuando empieza la guerra, serán trasladados a Sevilla. Por su parte, los tres pequeños viajarán con el padre a ciudades como León, Valencia, Santander y Tarragona. Recuerda Vicente de manera especial el momento en que su padre fue destinado a Murcia. Este finalmente no efectuó el traslado, ya que Murcia estaba a punto de caer en manos de los sublevados.

Tras la derrota republicana, el padre de Vicente huyó de Barcelona a Francia. En Francia, cuenta el entrevistado, le cogieron preso. Allí permaneció hasta el 43, año en el que Lázaro Cárdenas, presidente mexicano, impulsó la acogida de presos  españoles. Según cuenta Vicente, les dieron la opción de escoger el destino. Su padre señaló como preferencia Rusia y, en segundo lugar,  México; pero en Rusia acababa de estallar la Segunda Guerra Mundial, por lo que la familia, desgraciadamente, no pudo reunirse. En México le proporcionaron un trabajo y será allí dónde se reencuentre al fin con sus hijos menores.

¡Cuánto viajé! (32 seg.)

Lázaro Cárdenas ayudó mucho a los presos españoles

Las condiciones era muy buenas

El Viaje

Dicen que fue el último barco que salió hacia la Unión Soviética. Era un barco de pasajeros, no de mercancía. Lo que Vicente recuerda es que viajaron en muy buenas condiciones. Y lo más importante, junto a su madre. Vicente se refiere a aquel viaje como “la expedición de los enchufados”, por ser todos o casi todos los niños y mujeres trasladados familiares de militares republicanos. La llegada a Leningrado la recuerda a la perfección.

La expedición (23 seg.)

El recibimiento (34 seg.)

A su llegada, la madre de Vicente se instala en la Casa de niños, junto a sus pequeños. Al principio, como narra Vicente, las mujeres españolas trabajaron en la cocina. Más tarde, fueron ocupando otros roles. “Mi mamá estuvo en el hospital que tenía la Casa de Niños, de enfermera”, dice. La visión de aquellos niños no fue la de sus mayores. A estos últimos les costó más adaptarse, sufrieron con mayor agudeza la separación de sus familiares y de su patria.

Mi mamá (102 seg.)

La acogida

Lejos estuvieron del padre de la familia y de los dos hijos mayores, con los que mantuvieron contacto a través de la organización de La Paz, que radicaba en Francia. La madre de Vicente, debido a su enfermedad, no verá cumplido su deseo de regresar, de reunirse con los suyos y con España, con su Madrid. Fue una etapa dura para Vicente, la recuerda con la voz rota. Este fue otro  tipo de dolor común a otros Niños de la Guerra, provocado por la empatía y el amor para con sus papás.

La orquesta (30 seg.)

Mi madre se entregó mucho a los Niños

Por lo demás, la estancia de Vicente transcurrió con normalidad: desde el primer grado hasta el décimo, y, después, desde el Instituto de Minería hasta su primer trabajo. De su viaje se destaca el vivo y armonioso recuerdo que tiene de las Casas de Niños. Con los rusos aprendió a tocar varios instrumentos de viento, de los que se acompaña en muchas de sus fotos de infancia. Estos Niños cultivaron el gusto por las artes y recibieron una magnífica formación en aquella Rusia de los años 30 y 40.

Marchó de la Unión Soviética en el 58, después de 20. De allí marchó a México, para reunirse con su padre y con sus hermanos.  A su mujer la conoció en Moa (Cuba), y en la isla caribeña nacieron sus hijos.

La vuelta a España

Vicente Mendiola, aquel pequeño español en la URSS, es ahora un “abuelo de familia”. Tras su jubilación a principios de los 90, tuvo una idea clara: él quería regresar a España. El motivo no era otro que el de reunirse con la que siempre ha sido y será su tierra, para al fin descansar en paz en el suelo que no pudo pisar durante más de media vida.

El papá de Vicente, después de aquel largo viaje de posguerra, murió en España. Éste regresó en los 70. En aquella época, cuenta Vicente, Franco reconoció los títulos militares de algunos de los republicanos que regresaron del exilio.

Al preguntar por su nacionalidad, Vicente dice sentirse español. No obstante, guarda en el corazón un cachito de cada uno de los países en los que residió, uno enorme para Rusia, otro casi de igual tamaño para Cuba y uno de un tamaño menor para México, tan sólo porque su estancia aquí fue más breve. No encuentra sin embargo una identidad común entre todos aquellos Niños de la URSS. El grupo que se reunía en los clubs de españoles en Rusia se disgregó cuando se produjo la apertura.

No podíamos regresar (36 seg.)

Los españoles en Moscú (64 seg.)

Volví para morir aquí, donde nací