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Ricardo Torrijos

Ricardo Torrijos

Abandonó Madrid cuando tenía 14 años. Pasó la guerra en varias colonias de refugiados francesas y regresó a España para pasar unos meses participando en movimientos subversivos.

Tras una breve estancia en la Guyana francesa, se estableció en Venezuela y posteriormente residió en los Estados Unidos y en la República Dominicana.

Ha sido profesor de varias universidades, asesor de importantes empresas multinacionales y centros oficiales y Director del Semanario Español, publicación al servicio del Gobierno en el Exilio de la República Española.   

La Infancia

Ricardo Torrijos nació en Madrid en 1922. Fue el primero y único hijo de un matrimonio que se separó al poco de su nacimiento.

Ricardo pasó sus primeros años al cuidado de la familia que regentaba una pensión en la calle de Lemus. La hija de la patrona se convirtió en su figura materna y el hijo de un huésped, que era sargento de la policía, en la paterna. Ambos acabaron casándose y formando una familia. De ella recibió cuidados y cariño y de él aprendió el orden y la disciplina.

Cuando su padre adoptivo fue destinado a Santander, la madre de Ricardo lo reclamó para ingresarlo interno en un colegio de Madrid, ya que tanto ella como su marido vivían ya con sus respectivas nuevas parejas.

Mi madre prácticamente me abandonó y aquella gente me cogió cariño

” 

La escuela

En sus primeros años escolares, Ricardo destacó entre sus compañeros como un niño superdotado. Desgraciadamente al abandonar el tutelaje de su familia adoptiva y ser internado en la “Fundación Caldeiro”, su rendimiento descendió muy por debajo de su capacidad.

En esta institución regentada por frailes, Ricardo pasó días de soledad y abandono. Entre sus recuerdos quedan los duros castigos tras intentar escapar, los compañeros ricos que estudiaban con él y los pobres que aprendían un oficio gracias al Patronato y las dificultades para entender las matemáticas que tardaría años en superar.

El 1 de julio de 1936, la dirección de la Fundación comunicó a las familias de los alumnos que sus hijos no podían permanecer en el colegio. El padre de Ricardo le recogió con su automóvil, le llevó a una residencia de estudiantes y se marchó a Francia a tomar sus baños como solía hacer.

En la residencia todo era diferente al Liceo. Desde los métodos pedagógicos a la calidad de los profesores, todos licenciados. La comida era excelente y además era servida por muchachas jóvenes.

El Rubio (42 seg.)

Los hombres no lloran (54 seg.)

Mirad, ahí hay un niño pequeño que sabe hacer raíces cuadradas

– Decía el director a los de Bachillerato

Yo deseaba que viniera el comunismo porque había oído que a esta fauna la iban a fusilar

La guerra era un secreto a voces

Me daba horror morir sepultado, prefería que me dejaran durmiendo y si me mataban ¿qué le íbamos a hacer?

La guerra

En muy pocos días, Ricardo vio cómo sus compañeros fueron abandonando la residencia. Sus familias, al contrario que los profesores, no eran simpatizantes de la República. La guerra estalló a las dos semanas de estar allí. Ricardo acabó haciendo lo mismo que el resto de los alumnos y se dirigió al único lugar al que podía ir: la casa de su madre.

Mientras los madrileños participaban con entusiasmo en la defensa de su ciudad, conocedores de su importancia estratégica, la madre de Ricardo le recibía con la frialdad habitual, aunque recuerda con cariño que esta vez contó con la simpatía de su padrastro.

Prieto (48 seg.)

Miedo (46 seg.)

El Refugio (49 seg.)

Pronto comenzaron los problemas. La Junta de Defensa sólo contaba con una pequeña salida hacia Valencia para abastecerse. Ricardo recuerda que llegaba arroz, lentejas (de Francia, unas que no habían podido venderse) y unas latas enormes de pasta de tomate que venían de Rusia.

La guerra seguía su curso y Madrid comenzó a recibir un gran número de población pasiva llegada de otras ciudades.

El desabastecimiento se convirtió en hambre y el Gobierno comenzó a buscar una salida.

Madrid era un símbolo para la moral de las tropas republicanas

No tenía maleta, en un taleguito como la funda de una almohada metí la poca ropa que tenía

El Viaje

A las calamidades de la guerra, se sumaba en el caso de Ricardo la incómoda situación en el hogar materno, por lo que él mismo, tras leer un anuncio sobre la evacuación de niños en el periódico, decidió inscribirse.

El 21 de enero de 1937, Ricardo se unió al grupo de niños madrileños que en varios autobuses se dirigió a Valencia. En esta ciudad fueron alojados en un palacete donde según recuerda la comida era abundante para combatir el hambre atrasada. Los días pasaban y los niños empezaron a impacientarse.

Ricardo se convirtió en portavoz de los amotinados y gracias a su carisma en poco más de una semana salió en el primer grupo. Tras detenerse un par de días en Barcelona, donde recuerda que la situación era muy difícil, se dirigieron por fin a Francia.

Anuncio (35 seg.)

Manifestación(50 seg.)

Los chicos nos amotinamos porque queríamos ir a Francia

La acogida

Los niños fueron recibidos por el Comité d’Accueil y la CGT en Cerbère. Disponían de dos establecimientos provisionales para alojarlos: Port Vendres y Prats-de-Mollo. Ricardo conoció ambos y sus notables diferencias, mientras que el primero era una agradable colonia veraniega construida para los niños franceses, el segundo una vieja fábrica destartalada.

Tras breves estancias en Séte y de nuevo Prats-de-Mollo, los niños fueron divididos y repartidos entre distintas ubicaciones.

El grupo de Ricardo fue acogido por la alcaldía de Yvry, ciudad de la que recuerda un extraordinario trato, su esfuerzo por adaptarse a los gustos gastronómicos de los niños y las actuaciones para conseguir fondos que, junto a la cantidad que se descontaba a los funcionarios municipales, financiaba su estancia.

Con 15 años y un correcto francés fue encargado de negociar con el panadero y el lechero. Esta fue la primera de una larga serie de actividades: enseñar francés, barrer el cine Kursal, escribir cartas, mover cajas en el mercado.

Después vino Châtenay-Malabrit y por último el albergue de Compans, adquirido para acoger a los combatientes del Ebro. Ricardo fue a ayudar a prepararlo y se convirtió en el traductor de los milicianos.

Los niños fueron recibidos por el Comité d’Accueil y la CGT en Cerbère. Disponían de dos establecimientos provisionales para alojarlos: Port Vendres y Prats-de-Mollo. Ricardo conoció ambos y sus notables diferencias, mientras que el primero era una agradable colonia veraniega construida para los niños franceses, el segundo una vieja fábrica destartalada.

Tras breves estancias en Séte y de nuevo Prats-de-Mollo, los niños fueron divididos y repartidos entre distintas ubicaciones.

La acogida

El grupo de Ricardo fue acogido por la alcaldía de Yvry, ciudad de la que recuerda un extraordinario trato, su esfuerzo por adaptarse a los gustos gastronómicos de los niños y las actuaciones para conseguir fondos que, junto a la cantidad que se descontaba a los funcionarios municipales, financiaba su estancia.

Debido a un incidente con el director de la colonia, Ricardo fue trasladado a los refugios del Gobierno Vasco en Val d’Or que llegaron albergar a 2.000 niños.

Con 15 años y un correcto francés fue encargado de negociar con el panadero y el lechero. Esta fue la primera de una larga serie de actividades: enseñar francés, barrer el cine Kursal, escribir cartas, mover cajas en el mercado.

Después vino Châtenay-Malabrit y por último el albergue de Compans, adquirido para acoger a los combatientes del Ebro. Ricardo fue a ayudar a prepararlo y se convirtió en el traductor de los milicianos.

En Francia nos recibió el Comité de Ayuda

Todas las noches cenábamos purrusalda y una tortilla de un huevo

Ante la emoción de les petits Espagnoles la gente lloraba y tiraba dinero

Fui con ellos a las distintas embajadas de París para ofrecer nuestros servicios como mercenarios

La Fabrica (41 seg.)

Milicianos (38 seg.)

Himnos  (31 seg.)
Mercenarios  (24 seg.)

Partisanos (16 seg.)

La vuelta a España

Ricardo volvió a España poco después de la muerte de Franco. Para él no era fácil adaptarse a la realidad española y al principio sus visitas eran breves. Pudo conocer a los hijos que sus padres tuvieron con sus nuevas parejas y reencontrarse con algún compañero de colegio.

Ricardo se muestra especialmente crítico con algunas decisiones tomadas durante la Transición y con el papel que conserva la Iglesia Católica. Considera que los jóvenes actuales son más progresistas pero muy acomodaticios.

En la actualidad, reside en Brasil y viaja cada año a España a pasar una temporada. Desde 2005 se encuentra comprometido con la causa de la recuperación de la memoria histórica, para lo que ha escrito dos libros: “Vivencias de un niño de Francia” y “Los pequeños españoles acogidos en Yvry”.

España (29 seg.)

Decisiones (63 seg.)

Memoria histórica (57 seg.)

Conocía a mis hermanas que no las conocía, conocí a mis sobrinos que no los conocía…

Esto era el franquismo sin Franco.

Yo no soy de ningún lado