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Esther Muñiz

Esther Muñiz

No se espera de Esther Muñiz una historia trágica, pues ella es pura alegría. En su rostro se aprecian los gestos de quien puede presumir de haber Vivido. Hoy tiene 80 años, y al contrario de lo que puedan aparentar sus pupilas, tuvo una infancia ciertamente desdichada.

Esther perdió a su madre antes que a su patria. La segunda quizás tenga la culpa de la muerte de la primera. Debido a este homicidio, su vida se fragmentó en dos. Sus años en el extranjero los vivió ciertamente bien; sus recuerdos de España son recuerdos en luto.

Hoy está de vuelta, escribiendo un nuevo capítulo en la tierra que la vio nacer. Es asturiana de origen y madrileña de destino, si es que se puede ser de algún destino habiendo tenido tantos…  Por ahora, su último hogar está en la capital, en España.

La Infancia

Esther Muñiz, “estherina” para quien más la quiso, nació en Gijón en el año 1929. Fue hija única, pero no eran estos los planes familiares de sus progenitores. En el año 1937, su madre estaba embarazada.

El padre de Esther era tranviario. La familia vivía en la zona más alejada del mar, cerca de las aldeas. El lugar sí lo recuerda, lo vivido en él… más bien poco.

Sin recuerdos (40 seg.)

La guerra todo me lo ha borrado

La escuela

Una bala nubló la memoria de esta Niña cuando sólo tenía 8 años. La España en guerra le arrebató a su madre y al que hubiera sido su futuro hermano o hermana. Es por ello que no puede afirmar con seguridad si fue o no fue a la escuela. Lo que sí puede es intuir cual habría sido su futuro si su educación hubiera dependido exclusivamente de España.

La segunda clase (25 seg.)

Mi futuro hubiera sido casarme… y ya

 

Mi madre murió llamando a Estherina

La guerra

Cuando empieza la guerra, su madre estaba embarazada. Comenzaron a caer bombas sobre Gijón. Por supuesto, las bombas no caían libremente, sino propulsadas por el ejercito sublevado y sus aliados filofascistas. La familia de Esther, como otras tantas, inició una huida sin final feliz. Puesto que es este el único recuerdo de infancia de Esther, es preciso que sea ella quien lo narre.

Tras el trágico suceso, Esther vivió con su padre y junto a la familia de su madre. Era esta una familia obrera, económicamente estable debido al pequeño negocio de la carpintería, pero obrera al fin y al cabo. 

Estherina (125 segs.)

Íbamos como sardinas

El Viaje

Esther tenía 8 años cuando el barco salió desde el puerto de Gijón rumbo a la URSS,  era el 24 de septiembre de  1937. La de Esther fue la tercera expedición oficial de las grandes evacuaciones de niños a Rusia. La protagonista no recuerda demasiadas cosas de aquel viaje, sí que fue francamente malo. No es de extrañar, puesto que en él viajaban 1.100 personas. 

Los pequeños viajaron agolpados, tanto en la cubierta como en los almacenes, mareados unos, asustados la mayoría y tristes todos. Tan apiñados iban que a la mitad de viaje tuvieron que hacer escala para trasladar a parte de estos niños a otro barco. La expedición de su marido Leopoldo, recuerda ahora Esther, fue mucho más cómoda.

 

Como sardinas (24 seg.)

Esther fue parte de aquella alegría infantil que bañó Rusia a partir de 1937. Recuerda bien bailar la jota en las celebraciones y amenizar las fiestas de aquellos rusos que, gustosos, esperaban las vivarachas apariciones en escena de los jóvenes españoles. La acogida, Esther la recuerda como los otros tantos niños rusos: “apoteósica”.  Pero la Segunda Guerra Mundial enturbió el clima de paz en el que vivieron estos niños durante los primeros años en la URSS.

La acogida

Con el tiempo, cuenta Esther, supieron que hubo muchas familias dispuestas a acoger niños españoles. Sin embargo, se determinó que estos vivieran juntos en Casas Infantiles específicamente destinadas a su cuidado y enseñanza. Lo primero que precisaban en este nuevo país, el idioma ruso, se lo fueron enseñando muy poquito a poco. Las costumbres españolas, e incluso las comidas, pudieron mantenerlas.

Además de conservar su cultura y costumbres, los Niños pudieron mantener contacto con sus familiares en España a través de organismos como la Cruz Roja. Esther tuvo la posibilidad de hacer llegar sus cartas a través de un familiar residente en Francia.

Mientras cuidaba por correo su relación con su familia española, Esther iniciaba una nueva vida en Rusia. Allí conoció a Leopoldo, su actual marido. En el año 56, en Lituania, nacía la primera hija del matrimonio.

La acogida

Esther fue parte de aquella alegría infantil que bañó Rusia a partir de 1937. Recuerda bien bailar la jota en las celebraciones y amenizar las fiestas de aquellos rusos que, gustosos, esperaban las vivarachas apariciones en escena de los jóvenes españoles. La acogida, Esther la recuerda como los otros tantos niños rusos: “apoteósica”.  Pero la Segunda Guerra Mundial enturbió el clima de paz en el que vivieron estos niños durante los primeros años en la URSS.

Con el tiempo, cuenta Esther, supieron que hubo muchas familias dispuestas a acoger niños españoles. Sin embargo, se determinó que estos vivieran juntos en Casas Infantiles específicamente destinadas a su cuidado y enseñanza. Lo primero que precisaban en este nuevo país, el idioma ruso, se lo fueron enseñando muy poquito a poco. Las costumbres españolas, e incluso las comidas, pudieron mantenerlas.

Además de conservar su cultura y costumbres, los Niños pudieron mantener contacto con sus familiares en España a través de organismos como la Cruz Roja. Esther tuvo la posibilidad de hacer llegar sus cartas a través de un familiar residente en Francia.

Mientras cuidaba por correo su relación con su familia española, Esther iniciaba una nueva vida en Rusia. Allí conoció a Leopoldo, su actual marido. En el año 56, en Lituania, nacía la primera hija del matrimonio.

Las condiciones fueron excepcionales

Ellos siempre procuraron que no olvidáramos que éramos españoles 

La Casa de Niños (57 seg.)

II Guerra Mundial (34 seg.)

Cartas (18 seg.)

La vuelta a España

Las vicisitudes de su regreso a España las comparte con su marido Leopoldo Bruno y su amiga Ana del Bosque, juntos vivieron la que para Esther fue una de las etapas más difíciles de su vida. Los tres insisten en las dificultades que tuvieron en la frontera francesa en los años 60, cuando fueron expulsados de España.

Pasado aquel gran bache, la familia Leopoldo Muñiz se trasladó a Cuba. Allí, Esther mantuvo dos trabajos: uno como traductora y otro como profesora voluntaria. A su hija la matricularon en un colegio ruso cercano a la embajada. “Ella no sabía el ruso y lo pasó muy mal”, recuerda.

Pese a haber sufrido la separación temprana de su familia española y haber vivido otra guerra en suelo ruso, Esther, en su hogar madrileño, suspira y exclama: “qué bien que pasó aquello, que bien que se organizaron las expediciones”. Es así como, a su vuelta, muestra su agradecimiento con el pueblo que la acogió durante más de 20 años, con la que es ahora su segunda patria.

En la frontera (51 seg.)

Cuba (60 segs.)

En la embajada soviética no nos recibieron

Qué bien que pasó aquello