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Benita Mendiola

Benita Mendiola

Benita Mendiola conserva un marcado acento mexicano, pero también un profundo sentimiento de pertenencia al grupo de los niños españoles que perdieron la guerra. Su acento se debe a su segunda emigración, pues ella es una “Niña de Rusia”.

En Southampton, junto a sus compañeros de la asociación británica de Niños Vascos del 37, rememora el 75 aniversario de aquellas evacuaciones. La suya en particular tuvo lugar en 1938, al ocaso de la guerra.

Ya encerradas sus vivencias en el libro de la historia, ha podido reunirse con Niños que viajaron tanto a Reino Unido como a Morelia.  A sus 78 años, puede narrar lo particular de su acogida: “Yo estuve como Alicia en el país de las Maravillas”, recuerda. Aquellos primeros años en la URSS fueron un oasis entre dos desiertos.

La Infancia

Dos años en paz y dos años en guerra; esa fue la infancia de Benita Mendiola en España. Los recuerdos de su tierra se limitan, como es lógico, a los dos últimos años, precisamente los más agitados y cruentos. En el almacén de su memoria, en la zona más oscura y empolvada, se descubre la Guerra Civil española.

Sevilla (29 seg.)​

Casi siempre vivíamos cerca de los aeropuertos

” 

La escuela

Benita abandonó España con tan sólo 4 años, por lo que no tuvo la oportunidad de saber lo que era la escuela hasta llegar a Rusia. Como cuenta, los cuatro primeros años en la URSS los pasó en el ‘kindergarten’, con este anglicismo se refiere a la guardería o internado dónde residían los niños españoles menores de ocho años. No era hasta esta edad cuando ingresaban en la escuela, en el primer curso. Su generación tuvo un primer día de colegio muy poco usual.

El día previsto para el inicio de sus clases, todos, niños y mayores, navegaban por el Volga huyendo del ejército alemán. La Segunda Guerra Mundial no impidió que, en la medida de lo posible, los pequeños siguieran con sus actividades ordinarias. Aquel primer día de clase les hicieron una pequeña fiesta de bienvenida a la escuela y les repartieron algunos dulces.

Entre los más pequeños no sumarían más de veinte niños, por lo que el número de alumnos de su edad era demasiado reducido como para formar un grupo de clase. Por este motivo, a partir del Cuarto Grado, Benita y los niños del 34 fueron a la escuela del pueblo, a la escuela rusa.

El kinder (52 seg.)​

Un idioma extranjero (46 seg.)​

Tuve mi primera clase en un barco, huyendo de los alemanes

Aunque escucháramos a los mayores, no entendíamos nada

La guerra

Benita nació en el año 1934 en Madrid. Su padre era militar, por lo que la familia vivió al ritmo del conflicto. Los pequeños Mendiola recuerdan de la guerra todas las veces que viajaron. Benita, en particular, retiene un vago recuerdo del  aeropuerto de Sevilla.

Poco puede contar más de aquella época, tan sólo un pasaje que probablemente destacó sobre sus inocentes anécdotas infantiles. Un buen día a no sabe qué hora – incluso puede que sucediera varios días consecutivos – un grupo de personas conversaban agitados junto al portal de su casa. Su madre, insistente, les pedía a los pequeños que no escucharan. La Guerra Civil en el balcón de Benita sonaba muy distinto a como suena en los libros de historia y a como la oyeron los más mayores, incluso desde aquel mismo balcón.

¡No escuchen! (29 seg.)​

La nuestra fue una evacuación muy cómoda

El Viaje

Benita Mendiola partió con destino a Rusia en el año 1938, huyendo de la guerra junto a su madre y a dos de sus cuatro hermanos. De aquel barco recuerda especialmente los pequeños eventos musicales que se organizaban. Aquella melodía dulcificó lo que para su madre era un dramático adiós. Benita, Vicente y Marcelina fueron de los últimos “Niños de la Guerra”,  y su madre, como afirma entristecida Benita, “una de las personas  que nunca volvieron”.

En aquella expedición, recuerda la entrevistada, no viajaron tan sólo hijos de militares. No eran demasiados niños en la embarcación, pero sí viajaron bastantes adultos. Entre aquellos adultos no estaba su padre, ni tampoco sus dos hermanos mayores.

La expedición (29 seg.)​

El barco (45 seg.)​

 

La impresión ante aquel recibimiento, lo emotivo del primer gesto de acogida ruso, es narrada por la gran parte de los niños con alegría y un sentimiento expreso de agradecimiento. No es distinto en el caso de Benita Mendiola. Aquel día de 1938 hacía calor en el país del hielo.

A partir de aquel año 1938, los personajes de los cuentos de la infancia de Benita hablarían ruso.  La pequeña pudo conocer entonces nuevos personajes y nuevas historias; no obstante, los rusos procuraron desde el primer momento que los niños españoles no perdieran el contacto con su cultura y sus raíces, integrándoles a todos en un mismo grupo y dándoles clase en castellano.

La acogida

Los padres, madres y educadores que viajaron a Rusia cubrieron roles diversos en las casas de Niños; según recuerda Benita, la mayoría lo hacían de forma voluntaria. A cambio recibían un hogar y, además, el privilegio de estar lo más cerca posible de sus pequeños. Tal era el caso de la madre de Benita, que algunas noches cuidaba a los niños en el internado. Cierto es que todas las madres que viajaron junto a sus hijos a Rusia podían verlos todos los días.

 

Benita no estuvo tan sólo en casas de niños españoles, cuando cursaba aproximadamente el octavo grado, ella y algunos compañeros fueron destinados a una “casa de niños internacional”, en la que convivieron con niños rusos del bloqueo de Leningrado, algunos iraníes y venezolanos, que ella recuerde.

La acogida

La impresión ante aquel recibimiento, lo emotivo del primer gesto de acogida ruso, es narrada por la gran parte de los niños con alegría y un sentimiento expreso de agradecimiento. No es distinto en el caso de Benita Mendiola. Aquel día de 1938 hacía calor en el país del hielo.

A partir de aquel año 1938, los personajes de los cuentos de la infancia de Benita hablarían ruso.  La pequeña pudo conocer entonces nuevos personajes y nuevas historias; no obstante, los rusos procuraron desde el primer momento que los niños españoles no perdieran el contacto con su cultura y sus raíces, integrándoles a todos en un mismo grupo y dándoles clase en castellano.

Los padres, madres y educadores que viajaron a Rusia cubrieron roles diversos en las casas de Niños; según recuerda Benita, la mayoría lo hacían de forma voluntaria. A cambio recibían un hogar y, además, el privilegio de estar lo más cerca posible de sus pequeños. Tal era el caso de la madre de Benita, que algunas noches cuidaba a los niños en el internado. Cierto es que todas las madres que viajaron junto a sus hijos a Rusia podían verlos todos los días.

Benita no estuvo tan sólo en casas de niños españoles, cuando cursaba aproximadamente el octavo grado, ella y algunos compañeros fueron destinados a una “casa de niños internacional”, en la que convivieron con niños rusos del bloqueo de Leningrado, algunos iraníes y venezolanos, que ella recuerde.

Nos recibieron con muchos juguetes. Aquello era un paraíso

Casa Internacional (50 segs.)​

Un paraíso (28 seg.)​

El recibimiento (24 seg.)​

El recibimiento (24 seg.)​

La vuelta a España

“Muchos decía que los soviéticos no nos dejaban volver a España.” Ciertamente, como reconoce y comprende Benita, “mientras estaba Franco, a los rusos no les hacía mucha gracia…”. La mayoría de los españoles en Rusia, sin embargo, pensaban en regresar. Una vez que se produjo la apertura, fueron pocos los repatriados; muchos Niños emigraron a otros países por voluntad propia o por oportunidades de trabajo. Tras la muerte de su madre, Benita, Marcelina y Vicente decidieron viajar a México, dónde se reencontraron con su padre y sus hermanos mayores.

A diferencia de Marcelina, Vicente y Benita viajaron sin pasaporte. Su documento era un papel de la Cruz Roja Internacional que les protegía como Niños de la Guerra de España. Al llegar a México les prepararon la documentación interna.

Ella aun tiene pasaporte mexicano, pues aquel fue y ha sido su hogar durante más de media vida. En el 63 marchó a Cuba, para regresar en el 70. Lo que le trajo de vuelta a España fue su hija Irina, residente en Inglaterra. En los 90 hace su primera visita a España, pero no será hasta el año 98 cuando se asiente definitivamente en Europa. En la actualidad, Benita vive a medio camino entre Reino Unido y España.

Cruz Roja (24 seg.)​

La España de Franco (25 seg.)​

Viajamos con un papel de la Cruz Roja Internacional

Volví a pisar España en los 90